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Un estudio culpa a las compañías fósiles de las olas de calor y abre una nueva vía para los litigios climáticos | Clima y Medio Ambiente

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Entre los mayores avances de la ciencia climática de los últimos años están los estudios de atribución, que consiguen aterrizar algo aparentemente abstracto y lejano como el calentamiento en la vida cotidiana. Porque estos análisis calculan la influencia del cambio climático en fenómenos extremos concretos, como inundaciones, incendios y sequías. La revista Nature publica este miércoles una investigación de este tipo que concluye que 213 olas de calor históricas registradas en el mundo entre 2000 y 2023 fueron más probables e intensas debido al calentamiento global. Se trata de episodios como las altísimas temperaturas registradas en España en el verano de 2022, un evento extremo que el cambio climático hizo que fuera 2,5 grados más intenso y más de 10.000 veces más probable, según explica a EL PAÍS el autor principal de esta investigación, Yann Quilcaille, de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich. Dicho de otra forma, sin el calentamiento actual causado por el ser humano un evento así de largo y duro hubiera sido casi imposible.Todas y cada una de las 213 olas analizadas fueron cebadas por el cambio climático, pero, además, una cuarta parte (55) hubieran sido prácticamente imposibles sin el calentamiento actual, como ocurrió en el caso del evento de 2022 en España, uno de los ocho de este país que se incluyen en el informe.Pero el estudio no solo muestra las consecuencias de esta crisis climática, también concreta las causas y apunta directamente a los que más emisiones de gases de efecto invernadero han expulsado entre 1854 y 2023, es decir, desde que arrancó la quema masiva de combustibles fósiles que sobrecalienta el planeta. Según el estudio de Nature, las emisiones históricas de 180 grandes productores de combustibles y cemento están detrás de la mitad del aumento de la intensidad de estas olas.“La influencia del cambio climático en las olas de calor ha aumentado”, señalan los autores en el artículo publicado este miércoles. “Nuestros resultados contribuyen a llenar el vacío probatorio para establecer la rendición de cuentas de los extremos climáticos históricos”, añaden respecto a la vía en los tribunales contra las grandes empresas de combustibles que se puede abrir ahora con este estudio.“Somos conscientes de su potencial como evidencia científica para litigios climáticos”, señala Quilcaille respecto a su investigación. Considera que se trata de un “recurso importante para respaldar las afirmaciones sobre responsabilidades corporativas”. Pero advierte también de que la “evidencia científica” no es la única base sobre la que se pueda sustentar un pleito sobre responsabilidades legales. Empresas públicas y privadasSegún los cálculos incluidos en esta investigación, que parte de la base de datos del grupo InfluenceMap, esos 180 productores fósiles son responsables del 57% del dióxido de carbono —el principal gas de efecto invernadero— emitido por las actividades humanas desde 1854. Los primeros puestos están ocupados por la antigua Unión Soviética, la República Popular China (principalmente, por su producción de carbón), Aramco, Gazprom y ExxonMobil. Le siguen Chevron, la compañía nacional de petróleo de Irán, BP, Shell, Coal India, Pemex, CHN Energy, China (en este caso como productora de cemento), CNPC y Petrobras. Solo estas 15 entidades son responsables del 25% del aumento de la temperatura media global registrado desde la Revolución Industrial. El puesto 54 de la lista de 180 emisores está ocupado por la española Repsol.Aunque los gigantes de los combustibles tienen una mayor cuota de responsabilidad, el estudio publicado en Nature señala que “todas las principales empresas de carbono, incluso las más pequeñas, contribuyeron sustancialmente a la ocurrencia de olas de calor”. Las olas forman parte de la variabilidad normal del clima, es decir, se dan al margen del calentamiento global causado por el ser humano. Pero lo que advierten los científicos desde hace décadas es que estos episodios extremos, responsables de miles y miles de muertes prematuras, se están volviendo más duros y frecuentes debido al cambio climático, y este problema se está acelerando. En el estudio comandado por Quilcaille se señala que, de media, las olas de calor entre 2000 y 2009 se volvieron aproximadamente 20 veces más probables; y aproximadamente 200 veces más en el periodo comprendido entre 2010 y 2019. “Nuestra metodología ya se ha utilizado para evaluar cómo influye el cambio climático en otros riesgos: sequías, incendios forestales, tormentas, inundaciones”, sostiene Quilcaille. “Existe un gran potencial para replicar nuestro estudio para estos otros riesgos”, opina.Herramienta legal“Los resultados de Quilcaille y sus colegas, así como el marco de atribución que han desarrollado, proporcionan una herramienta para continuar la batalla legal contra empresas y países individuales”, sostiene por su parte Karsten Haustein, del Instituto de Meteorología de la Universidad de Leipzig, en Alemania. “Es un salto adelante que podría usarse para respaldar futuras demandas climáticas y ayudar a las negociaciones diplomáticas”, añade este experto que no ha participado en la investigación pero que ha sido invitado por Nature a ofrecer su punto de vista. “La ciencia de la atribución se fortalece cada semana”, señala a este diario Laura Clarke, que dirige el despacho internacional de abogados medioambientales ClientEarth. En su opinión, esta investigación “abre la puerta para que los tribunales y los legisladores basen la rendición de cuentas en una evidencia científica cada vez más sólida”, además de fortalecer los argumentos para “futuros litigios climáticos”.En otro artículo sobre la investigación, los expertos Michael B. Gerrard y Jessica A. Wentz, del Centro Sabin de Derecho sobre Cambio Climático, de la Universidad de Columbia, una de las instituciones de referencia respecto a los litigios medioambientales, explican que “hasta ahora, ni un solo tribunal en el mundo ha responsabilizado financieramente a los emisores por el cambio climático”. Y añaden: “el problema no es la debilidad de la evidencia científica, sino los diversos problemas legales que deben resolverse antes de que los científicos puedan subir al estrado a testificar”. Estos dos investigadores tienen contabilizadas alrededor de 40 demandas climáticas contra empresas de combustibles fósiles desde que se interpuso la primera en 2004. “El artículo de Quilcaille y compañía es una pieza más, y una útil, pero el camino hacia la responsabilidad real de las grandes empresas emisoras de carbono todavía está plagado de baches legales y probatorios”, concluyen Gerrard y Wentz.


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