Julia, una niña de 12 años, coloca cuidadosamente una flor a los pies del santuario de Robe Iniesta. “Me transmite cosas que no puedo expresar”, dice la cría. Sus padres, a su lado, asienten y lloran, claro. Han llegado desde Cantabria. Son las 11 de la mañana y miles de personas esperan una larga cola para despedir al músico en el Palacio de Congresos Roberto Iniesta de Plasencia. Quieren decir adiós a aquel que cantó algo que acompasa hoy el deseo de todos los presentes: “Y dejo las canciones sin final, por si un día quiero regresar y nada fuera cierto” (Interludio). Más informaciónRobe dejó muchas canciones sin terminar la madrugada del miércoles pasado. Tenía 63 años y probablemente estaba en el mejor momento de su carrera, a juzgar por la calidad de su último disco, Se nos lleva el aire, y su gira posterior, que quedó inconclusa en noviembre de 2024 por un trombo pulmonar del cantante. Hoy domingo abrió las puertas a las 10.00. el palacio de congresos de su ciudad, esa donde realizó su primer concierto liderando a los efímeros Dosis Letal en el campo de fútbol del Parque de la Isla, hoy uno de los pulmones verdes de una localidad de 45.000 habitantes. De las cenizas de Dosis Letal nació Extremoduro, el grupo que lleva tatuado en su corazón tanta gente. Se amontonan los ramos de flores junto a lo que la viuda de Robe, Bibi Vázquez, y sus dos hijos han querido mostrar: las cenizas del artista en una urna de colores, su clásica guitarra de madera anaranjada, la caja abierta de este instrumento y un cuadro, una pintura de Robe, su pareja y sus hijos, desnudos, en una isla mirando al horizonte, al mar, una imagen del arte de Deltoya, disco de Extremoduro, con la incorporación de la ilustración de Mayeútica, su penúltimo álbum en solitario. Acto de homenaje a Robe Iniesta, en el Palacio de Congresos de Plasencia.Jaime VillanuevaLa gente, de todas las edades y de muchos puntos de España y también de otros países, firma en unos libros y deja su corazón en forma de mensajes. No son condolencias breves. El público quiere expresar los sentimientos de toda una vida escuchando al músico. Demasiadas cosas que contar: eso no hay libro de condolencias que pueda soportarlo por muy grueso que sea. Algunos mensajes se emborronan por las lágrimas derramadas mientras se escriben. Suena siempre la música de Robe, bajita, para no romper en ambiente. Quizá esto no le habría gustado al protagonista, que acostumbraba a alentar a escuchar sus discos a todo volumen. Pero en esta ocasión, siendo su música la que lo ha provocado todo, la atmósfera conmovía más con el volumen atenuado. Bea Rodríguez, Beíta, organiza la cola. Sobre todo se ocupa de recibir con una sonrisa a los niños y darles un boli. “Hola, cómo te llamas. ¿Le vas a escribir algo bonito a Robe?”. Raúl, que así se llama el niño de 13 años, no contesta y se refugia en el hombro de su madre para llorar. Y qué madre no se emociona cuando ve derrumbarse a su hijo. “No estoy segura de que te hubiese hecho gracia el despliegue de hoy para tu despedida, pero entiendo que es tu última concesión a quienes sentimos tus canciones como parte de nuestra vida”. Así comienza el arrebatado largo escrito de Rocío Hahir, 34 años, que ha recorrido 700 kilómetros, desde San Vicente del Raspeig (Alicante), para decir adiós al músico. Después de muchas confesiones vertidas, termina así: “Qué mierda, Robe, pero qué mierda más grande. Ale, a tomar por culo”.La cola para llegar al homenaje.Jaime VillanuevaNacho Terrón, 45 años, llega con su perro bulldog. Lleva una camiseta de Extremoduro, como mucha gente. “Robe me enseñó a amar y también a quemarlo todo”, afirma antes de coger un boli para tener su conversación privada con el músico. Porque eso es lo que está haciendo la gente: contar cosas vitales a su ídolo, decirle al oído la sacudida que les produjo su música, la congoja que sienten cuando la escuchan, las muchas noches de juega que se corrieron con esa banda sonora y las lecciones que les regaló esa poesía cuando más lo necesitaban. Al fondo, una pantalla muestra un precioso dibujo del artista extremeño Josu Berriobeña, de El Dromedario. En ella, Robe sonríe y de su melena brotan algunas de sus poesías. Un texto dice: “Hasta siempre, hasta siempre, siempre, hasta siempre, siempre…”. Alterna esta imagen con vídeos de Robe en concierto, en el camerino, sonriendo entre bastidores, feliz. Kilómetros de genteLa formalidad de las primeras horas se fue perdiendo con el transcurrir del tiempo. Se subió un poco el volumen de la música y la organización decía amablemente a la gente que no podía quedarse mucho rato frente a los restos del cantante, que fuera del recinto la fila ya suma varios kilómetros.El poeta Manolo Chinato, en el acto de homenaje.Jaime VillanuevaAdemás de su mujer y sus dos hijos, acudieron un buen número de familiares que se colocaron en las gradas junto a los músicos de la banda de Robe. Se abrazaban y escuchaban la música del homenajeado, como Dulce introducción al caos: “Agarrado un momento a la cola del viento me siento mejor. / Me olvidé de poner en el suelo los pies y me siento mejor: volar, volar”. Algunos presentaban a bebés, nuevas incorporaciones a la larga familia Iniesta. El ambiente en la parte de los familiares se iba relajando. A las 13.30 los músicos de la banda de Robe subieron al escenario y comenzaron a tocar una suave melodía. El poeta Manolo Chinato, amigo de Robe y autor de la letra de Ama, ama, ama y ensancha el alma, salió a la tarima y recitó, con la voz ronca y temblorosa, un poema que terminó así: “Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando. Viva la rebeldía”. A todos les recorrió un relámpago de emoción. Al cierre de esta información, continúa entrado público sin césar. Así, hasta las 22.00.

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