Málaga quería ser protagonista en el Mundial de 2030, pero hoy ha decidido dar un paso atrás y renunciar a ser una de las sedes de la cita futbolística. El alcalde de la ciudad, Francisco de la Torre, ha asegurado esta mañana que era “lo más prudente y sensato” porque ponía en riesgo al Málaga CF y suponía un problema para la afición. El regidor, eso sí, también ha reconocido que “los tiempos estaban al límite” para remodelar el estadio de La Rosaleda, que para acoger partidos mundialistas debía realizar unas obras valoradas en 257 millones de euros, financiadas a partes iguales por el municipio, la Diputación Provincial y la Junta de Andalucía. Los plazos ya eran muy apurados —los trabajos debían estar finalizados en diciembre de 2028— y desde hace unas semanas, De la Torre ya sabía por parte de la Gerencia Municipal de Urbanismo que era casi imposible llegar a tiempo. El traslado de los partidos del club malaguista al estadio de atletismo durante dos temporadas y con la mitad de aforo que abonados tiene la entidad, ha sido la puntilla y la excusa perfecta para dar carpetazo al mundial y abrir la puerta a que Vigo les sustituya. La idea de convertirse en sede del Mundial 2030 fue lanzada por el Ayuntamiento de Málaga en 2023. En marzo de aquel año presentaron el proyecto, realizado por el estudio de arquitectura Morph, que preveía dar un enorme lavado de cara al estadio de La Rosaleda, donde juega sus partidos el Málaga CF, y su entorno. El objetivo era ajustarlo a los requerimientos para que pudiese acoger partidos en una cita internacional como esta. En julio de 2024 la Federación Española de Fútbol confirmó su inclusión, junto a otros diez infraestructuras de todo el país, en la candidatura que España lideraba junto a Portugal y Marruecos, que fue finalmente ratificada meses después, en diciembre, por la FIFA. Málaga lo celebró porque volvería a tener un partido mundialista casi medio siglo después tras España’82. El municipio puso en marcha su maquinaria para conseguir remodelar su estadio. Hasta el momento, de hecho, el ayuntamiento ha encargado hasta 17 estudios para analizar en detalle todo lo que hay que hacer, las posibilidades de negocio futuro y, también, las consecuencias. Eran informaciones clave no solo por la enorme inversión pública, también porque el campo de fútbol se ubica en una de las zonas más densamente pobladas de la ciudad, con accesos precarios y escasez de aparcamiento. Además, su ampliación obligaba a demoler parte del estadio, levantar una grada por encima del río Guadalmedina para alcanzar los 45.000 espectadores (15.000 más que ahora), derribar otros edificios y reordenar una de las principales avenidas de la zona. Nada parecía imposible para ingenieros y arquitectos, salvo una cosa: dominar el tiempo. Conseguir en tres años que el proyecto fuese aprobado y sus obras licitadas y adjudicadas era una quimera. Bien lo sabían en la Gerencia Municipal Urbanismo donde, según ha podido saber este periódico, ya habían avisado a De la Torre que los plazos eran prácticamente imposibles de cumplir. “Grave perjuicio económico, deportivo y social”Hace un mes, el alcalde, Francisco de la Torre, aseguraba que se había entrado en “la recta final” para conocer el calendario de las obras, que costarían 257 millones de euros e iban a ser financiadas a partes iguales, 85 millones de euros, por la administración local, provincial y autonómica gracias a un convenio que ya había sido aprobado y ahora quedará en papel mojado. Ese documento ha sido clave en la renuncia malagueña. El acuerdo desveló que cuando el Málaga CF se desplazase hasta el estadio de atletismo durante, al menos, dos temporada, contaría solo con 12.500 asientos, la mitad del número de abonados del club. Éste emitió un comunicado para expresar “una lógica preocupación”. También recordaban que siguen inmersos en un largo proceso judicial, aún en curso, lo que conlleva la ausencia de inversión privada y que la entidad se financie por sus propios medios, por lo que perder la mitad de los socios sería un “grave perjuicio económico, deportivo y social”. Las propias peñas malaguistas pusieron el grito en el cielo y, a finales de semana, mostraron su enfado con pancartas colocadas en el entorno del estadio.El alcalde, finalmente, anunció una reunión para este viernes con las administraciones, el club y las peñas, donde han tomado la decisión de renunciar al Mundial 2030. “Lo digo así de claro: no pasa nada”, ha dicho De la Torre. “Cualquier conflicto que surgiera, tener la obra parada… Hubiéramos quedado fatal”, ha insistido el regidor, que ha asegurado que ahora el debate pasa a ser la construcción de un nuevo estadio. Es justo lo que pedía la oposición en las últimas semanas. “Es nuestra apuesta: el actual es pequeño y obsoleto. Y no está a la altura de la ciudad ni de la afición”, decía Daniel Pérez, portavoz del PSOE, a EL PÁIS el pasado jueves. “El proyecto denotaba una falta de planificación y mucha improvisación. No había garantías de que se puedan acabar a tiempo unas obras tan ambiciosas. Era mejor renunciar a ser sede del mundial y abrir un proceso para analizar el nuevo estado y hacerlo todo bien desde el principio”, destacaba por su parte Nicolás Sguiglia, portavoz de Con Málaga. Ello, además permitiría construir viviendas en la parcela donde se ubica hoy La Rosaleda y, así, ayudar a suplir la escasez existente en la ciudad.
Málaga renuncia a ser una de las sedes del Mundial 2030 | Fútbol | Deportes
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