La tarde cae en Madrid y los pasillos de La Casa Encendida están repletos de voces y risas de niños pequeños: en pocos minutos comenzará el Festival Internacional de Literatura Infantil y Juvenil Abrapalabra. Con más de 40 libros traducidos a 20 idiomas, entre los invitados de este año está Kitty Crowther (Bruselas, 55 años), la escritora e ilustradora belga que ha transformado el álbum infantil en un territorio donde conviven lo íntimo, lo salvaje y lo sutil.Crowther saluda. Hay algo en su mirada que parece registrar no solo las formas, sino también el silencio entre ellas, como si cada detalle tuviera un significado escondido. La autora llega un poco tarde a la entrevista y se disculpa: tiene una herida en el pie, que la ha ralentizado, pero no es nada grave, sanará pronto. Lo que no cambiará, y ha influido en toda su vida, es la sordera que arrastra desde niña. “Soy como los bebés que llegan, y que tienen que asimilar rapidísimo lo que sucede alrededor de ellos. Se sirven de algunos sonidos, pero también de las expresiones, del lenguaje corporal, para descifrar qué hay alrededor”, dice a la pregunta de cómo lidia con ello, que no escucha pero sí lee en los labios que la formulan.Portadas de libros de Kitty Crowther, con la editorial Fulgencio Pimentel.Dificultades personales aparte, ¿es posible que su sordera le haya dado una forma única de relacionarse con el mundo y con su propio arte? “A los siete años empezaron mis problemas, y a mis padres les llevó mucho tiempo darse cuenta de que tenía sordera, porque el niño medio sordo no sabe que está medio sordo. Me llevó tiempo tener mi propio pensamiento, porque los problemas de sordera también son dificultades con la lengua y el idioma. No consigues expresar tus emociones y lo que pasa en tu cabeza. Y ahí es donde los libros para niños son súper interesantes, por su mecánica emocional”, cuenta. “Durante siete años fui a la logopeda dos veces a la semana para poder saber dónde poner el sonido, dónde ubicar mi lengua. A mí eso me ha desarrollado una gran sensibilidad para los sonidos, para la sonoridad de las palabras. Aprendí a cómo poner dos palabras que a lo mejor no deberían estar juntas, pero que se alían para dar una nueva imagen, una nueva sensación. Creo que todo eso está en mis libros. Ser sorda forma parte de mi personalidad; de mis debilidades, pero también de mis fortalezas”, reflexiona, antes de ampliar el alcance social de la enfermedad: “Las personas como yo ponemos aportar mucho a la sociedad. No solo sordos, también los que sean autistas, o Asperger, quienes sufren enfermedades mentales… En vez de tratar de meter a todo el mundo en una casillita y encerrarles, se puede aprender mucho de ellos”.¿Y cómo es su proceso creativo? “Trabajar con los colores es adictivo. Poder aportar un pequeño color que viene a cambiarlo todo”, explica. “Yo he estudiado mucha historia del arte, tengo muchas obras en la cabeza. Con todos los estudios que he realizado, aprendí muchísimo de los grandes maestros, de autores de cómic a Munch. No podría hacer lo que hago si no hubiese tenido todo ese aprendizaje: todos esos maestros, esos ilustradores, esos escritores. Porque somos, producimos, gracias a todas esas personas, de forma consciente o inconscientemente. Hay que honrar a todos los que han estado antes que nosotros”, señala.Crowther posa en La Casa Encendida en Madrid.Andrea ComasCrowther tiene muchas obras publicadas en varias editoriales españolas, y recientemente ha publicado con Fulgencio Pimentel Farwest, Ana del lago y Yo quiero un perro. En sus obras —desde Madre medusa hasta los episodios de Poka & Mine— se reconoce esa sensibilidad personal: personajes que hablan poco pero sienten mucho, paisajes donde la naturaleza murmura, silencios que pesan más que las palabras. “Yo me acerco más a la realidad a través de un lado más mágico, por así decirlo”, reflexiona. “Porque mirar el agua con todas las profundidades, toda la luz, es mágico. O para mí es mágico, vaya: creo que vivimos rodeados de una magia. Y ahí es donde yo encuentro mi fuerza. Me inspiro muchísimo de la naturaleza de la que salimos todos. La verdad es que no hago diferencia entre lo humano y lo natural”, cuenta la autora, ganadora del prestigioso Premio Astrid Lindgren en 2010, y que dará un taller tras terminar la entrevista. El taller será el pistoletazo de salida de Abrapalabra, organizado por La Fábrica y La casa encendida y que durará 10 días en los que participarán 53 autores.¿Qué cosas puede sacar de una de tus obras un niño que un adulto ya no saca? Crowther sonríe y grita: “¡Mayday! ¡Ayuda! Es una pregunta muy difícil. Siempre me parece interesante cuando los adultos hablan de “los niños”. Parece que hablan de algo que está fuera de ellos, algo de lo que no se acuerdan. No recuerdan que ellos han sido niños”, explica. “Cuando un niño me plantea una pregunta, trato de responder con otra pregunta, me parece que es mucho más constructivo que simplemente dar una respuesta contundente. Cuando mi hijo se enteró de que Papá Noel no existía vino y me dijo, ¿es esto cierto? Y dije, pero a ver, ¿tú qué crees? Y me dijo, yo pienso que sí”. Preguntas para las preguntas; la clase de filosofía que Crowther proyecta en sus libros.Un padre y su hija miran la instalación Microcosmos de Violeta López y Gheada (dentro del festival Abrapalabra), en La Casa Encendida en Madrid.Andrea ComasTras más de 40 libros y reconocimiento mundial, ¿qué es lo que la sigue impulsando a crear? “Es un regalo enorme tener la capacidad de crear. Siento una gratitud enorme. Cuanto más años cumplo, más gratitud siento”, ríe. “A medida que voy avanzando en edad, tengo más ganas de explorar. En realidad, no tengo la sensación de escoger las historias, ni de dibujarlas, sino que es algo que pasa a través de mí, y yo simplemente me tengo que dejar. Los niños, a veces, me dicen que les gustaría ir a ese lugar que yo he creado. Eso me encanta, porque ha sido mi refugio cuando era pequeña. Y eso está ligado a la sordera: yo hubiera sido mucho más solitaria si no hubiese tenido los libros infantiles, increíbles, que tuve entre mis manos. Así que con mis libros creo que devuelvo un poquito toda esa especie de abrazo universal. No está mal, ¿no?”. No, no está nada mal.
Kitty Crowther, ilustradora y escritora infantil: “Ser sorda forma parte de mis debilidades. Pero también de mis fortalezas” | Cultura
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