Cómo duele la muerte de Héctor. Con él y con Federico Luppi, que falleció en 2017, se me han ido dos lazos de unión con Argentina, mi segundo país. Eran entrañables cada uno a su manera, pero se van mis puentes con esa nación.Más informaciónLa primera vez que trabajé con Héctor fue en Asignatura pendiente (1977). Él daba vida a un alter ego de Marcelino Camacho. Cuando el filme se estrenó en Buenos Aires, los militares, que tenían censurado a Héctor, cortaron su parte. Cuando cayó la dictadura, se reestrenó Asignatura pendiente, y en la publicidad decían “Ahora, con Héctor Alterio”. Por fin.Nos quedamos con ganas de más. Y eso lo logramos con la obra de teatro Dos menos: estuvimos 10 meses en Buenos Aires, dos temporadas en Madrid, otras dos en Barcelona y luego la gira. Al margen del trabajo en común, disfrutamos de las cosas de la vida y de que coincidiéramos en la manera de pensar. Héctor Alterio y José Sacristán, en ‘Asignatura pendiente’.Una era no creer en los nacionalismos. Cuando viví en Buenos Aires hice un programa de radio, y allí entrevisté a Héctor —tengo la grabación guardada— en lo que era un tipo de Chinchón con un programa en Radio Rivadavia de Buenos Aires hablando con un actor argentino que vivía en España porque estrenaba una obra de teatro, Los gatos, de un autor español exiliado en Francia (Agustín Gómez Arcos) en la que hacía de mujer. Eso es el cosmopolitismo y el reconocerse no solamente en una latitud geográfica, sino incluso en ver el hermanamiento más allá del género sexual. Héctor era muy retraído. En Buenos Aires en alguna ocasión coincidimos en celebrar nuestro cumpleaños juntos en casa de la actriz Cipe Lincovsky, porque los tres nacimos del 21 al 27 de septiembre, y Héctor, con todos allí reunidos, no nos hacía caso. Primero, porque estaba más sordo que una tapia y, segundo, porque siempre fue a su bola. Su mujer nos decía: “No os preocupéis, vuelve enseguida”. Héctor, con sus tiempos, sus distancias, era un tipo cordial y entrañable, aunque reservado en su territorio. Su carrera es impresionante, qué voy a decir de ella. Hay una realidad: que pertenecía a una corriente con Marilina Ross, con Luppi, con Walter Vidarte y Norma Aleandro, que nos trajo una forma de aproximarnos a la verdad que entonces en España ni olíamos: aún andábamos un poco anquilosados, un poco melodramáticos y un poco grandilocuentes. Los actores y actrices argentinos nos fueron aproximando a un territorio que era más cercano a la verdad y que ha seguido dándose así, con Ricardo Darín, Cecilia Roth… Afortunadamente, he tenido la suerte de compartir con ellos trabajo y también, y sobre todo, amistad.

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