Más que el potro, la verdadera tortura para los niños en la asignatura de gimnasia es tener que hacer ejercicios de coordinación: realizar un movimiento vertical con un brazo y otro circular con el otro, por ejemplo. El cerebro humano se acaba liando. Pero los pulpos pueden hacer una cosa con cada uno de sus ocho brazos o patas. Un estudio publicado en Scientific Reports muestra también cómo reservan determinadas extremidades para tareas concretas. Los autores de la investigación consideran que, a tenor de sus resultados, “el pulpo es un animal muy táctil: es más táctil que visual”.Biólogos marinos de Estados Unidos han grabado a 25 pulpos (tres de ellos en la ría de Vigo), de tres especies distintas y en seis ecosistemas diferentes de Europa y América. Registraron más de 4.000 movimientos de sus brazos que les permitieron elaborar lo que llaman un etograma, un catálogo de conductas o acciones de la especie. Contaron 15 conductas (desde esconderse hasta aparearse) y 12 movimientos (desde levantarse a alcanzar algo) de sus ocho brazos que, a su vez, pueden tener cuatro deformaciones básicas, alargarse, encogerse, estirarse o torcerse. A la serie de multiplicaciones hay que añadir que cada deformación la pueden producir en la parte más cercana a la cabeza (proximal), media o distal, en el extremo.Al analizar todas esas combinaciones, los investigadores han confirmado la extrema destreza de estos cefalópodos. Un primer resultado es que cada uno de los ocho brazos es capaz de realizar todo tipo de acciones; sin embargo, también detectaron un patrón claro de reparto de tareas: por ejemplo, las extremidades delanteras las usan sobre todo en movimientos que ayudan a la exploración del entorno, mientras que las traseras las utilizan en acciones destinadas al movimiento. Un dato concreto apunta a la proactividad de este animal repleto de rarezas, los dos brazos anteriores los usan el 64% de las veces, mientras que los dos posteriores solo el 36%. A pesar de esta diferenciación entre las patas delanteras y traseras, los pulpos no son ni diestros ni zurdos. Los científicos no encontraron lateralización, con las patas de la izquierda y las de la derecha realizando casi la misma cantidad de acciones (51% frente a 49% de las veces, respectivamente).Los pulpos tienen cuatro conjuntos de músculos que rodean un nervio axial en cada brazo y miles de neuronas en cada ventosa de las cien con las que cuenta cada una de las ocho extremidades. En la iamgen, un ejemplar grabado en el Caribe estadounidense.Roger Hanlon“Al observarlos en la naturaleza, vimos que los pulpos usan diferentes combinaciones de movimientos de sus brazos”, dice la bióloga del Laboratorio Marino de la Universidad Atlántica de Florida, Chelsea O. Bennice, en una nota. “En ocasiones, [utilizan] un determinado brazo para unas tareas, como atrapar comida, y otras veces varios brazos trabajan juntos para comportamientos como arrastrarse o lanzarse como en paracaídas, una técnica de caza que usan para atrapar presas”, detalla. No encontraron diferencias significativas, más allá de la adaptación a cada entorno, en las conductas seguidas en los seis ecosistemas, desde arenales a arrecifes, ni en los movimientos de las tres especies grabadas. Combinando todas las posibilidades, registraron 6.781 deformaciones de los brazos. Cada uno de ellos tiene una configuración muscular que, sumadas todas sus posibilidades, sostiene la fascinación que siente muchos biólogos por este animal: los ocho brazos cuentan con cuatro conjuntos de músculos; unos son transversales, otros de cabeza a extremo, longitudinales, un tercer grupo tiene un despliegue oblicuo a lo largo de cada pata y también los tienen circulares, como anillos. Los cuatro rodean un nervio axial que recibe los estímulos sensoriales y distribuye las instrucciones a cada parte de cada pata. Lo que observaron es que los pulpos pueden deformar cada uno de los tres segmentos (próximal, medio y distal) de cada pata de forma diferente e independiente. Mientras una pata se alarga para explorar, con su extremo retorciéndose sobre su eje, otras se doblan para levantarse, doblando un segmento para mantenerse erguido. Y no hay que olvidar las ventosas. “Cada ventosa es un genio quimiotáctil, el equivalente a la nariz, los labios y la lengua humanos, todo en uno”, dice Roger Hanlon, investigador del Laboratorio de Biología Marina (Estados Unidos) y autor sénior del estudio, en una nota. Hay unas 100 en cada brazo, unas 800 en total. Y en cada una, miles de neuronas distintas. Se ha calculado que un pulpo tiene unos 500 millones de neuronas, muy lejos de los casi 100.000 millones del ser humano. Pero la clave está en su distribución. La mayoría de las humanas se concentran en el cerebro, mientras que las del cefalópodo se hallan en sus patas y ventosas.Habla de memoria, pero el profesor del Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC), Antonio Figueras, recuerda que “los pulpos tiene siete veces más neuronas en la periferia que en el centro, mientras que en los humanos, la relación se invierte, de cinco a seis más en el sistema nervioso central que en el resto del cuerpo”. Hace tres años, se descubrió que cada brazo tiene conexiones nerviosas con los dos contiguos, lo que ayuda a confirmar que se trata de uno de los sistemas nerviosos más descentralizados que se conocen. En un artículo publicado en The Conversation, el científico español describía al pulpo como ese animal que tiene el cerebro por todo el cuerpo. Para Figueras, que no ha intervenido en el presente estudio, “los cefalópodos son unos marcianos de la evolución, que han desarrollado su inteligencia en una línea paralela, alternativa, a la de los humanos”La Oficina de Investigación Naval de Estados Unidos, dependiente de la Armada de ese país, ha financiado parcialmente la investigación, con la idea de aprovecharla en el desarrollo de brazos robóticos con gran flexibilidad y, a la vez, capacidades sensoriales. Tras el hundimiento de un sumergible o el colapso de un edificio, “¿cómo se le hace llegar medicamentos, un teléfono o agua a alguien que está ahí abajo?”, se pregunta Hanlon. “Se necesita un brazo pequeño y ágil con gran flexibilidad que no solo pueda llegar hasta abajo, sino que también pueda hacer algo útil al llegar”, concluye.
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